No hay nada peor que la incertidumbre de no saber si el camino que estás siguiendo es el bueno, si te llevará a donde pretendes ir, te devolverá al sitio de donde viniste, o lo que es peor, te enviará más atrás incluso de donde empezaste.
Este fin de semana se celebró la primera prueba del Open de España Maxxis. Desde mi punto de vista, la primera carrera de las que no voy a poder visitar antes del Sábado de entrenamientos oficiales, y la primera de gran nivel.
El ambiente, inmejorable: un paddock lleno de coches, furgonetas, carpas, autocaravanas, tiendas de campaña, y como no, bicicletas de un lado para otro durante todo el día. Pilotos internaciones de primerísimo nivel (un piloto del equipo Honda, el equipo Q-bike Saab Salomon al completo), los grandes pilotos naciones, y un gran número de pilotos venidos de todos los puntos de España hicieron que el número de corredores que llegaron a meta fuera de 351, que no es poco para una prueba del Open de España.
El circuito, a falta de conocer cual sería el trazado de las pruebas que se celebrarán en las pistas andorranas de Vallnord, y las nuevas pistas de Grandvalira, es de lo más divertido, variado, técnico y selectivo que he visto nunca.
Cuando acabé mi primera bajada de entrenamiento, lo único que me pasó por la cabeza fue: ¿Dónde me he metido? Aquel circuito parecía el infierno, lleno de piedras, trazadas por todas partes, cortados, saltos, tierra suelta, peraltes raros, barrancos, desniveles muy grandes en algunas trialeras, y enlaces relativamente planos pero difíciles de pedalear. Me pareció un circuito de 5 minutos que nunca conseguiría memorizar y menos aún correrlo a un ritmo razonable.
El segundo intento no fue mucho mejor. A los 100 metros, en el primer obstáculo de renombre, una enorme losa de piedra, reventé la cámara trasera. Conseguí llegar abajo en un tiempo razonable, medio andando, medio por el circuito, medio por caminos alternativos, rezando por no destrozar la llanta trasera en el intento de llegar a tiempo para el siguiente remonte.
El resto de las bajadas de entrenamiento no fueron mucho mejor. Iba conociendo zonas aquí y allá, viendo a los maestros (Iván Oulego, Pascual Canals, Michael Pascal, David Vazquez, Bernat Guardia) y aprendiendo de David Acedo, que nos acompañó en alguna subida y nos mostró alguna trazada en alguna zona conflictiva. Aun así mi ritmo nunca fue el adecuado.
La última bajada, la que elegimos para grabar con la cámara subjetiva para repasar por la noche, resultó empezar peor que ninguna. Para empezar, al enchufar todo, no se veía nada. Después de 5 minutos de comprobaciones (en medio de la montaña, sin más recursos que las manos y la paciencia) vimos un cable suelto. Pela como puedas, empalma de cualquier manera, todo para darte cuenta que se te aflojó la lente sabe dios cuando y no tienes tornavis para apretarla. Al final, rompiendo una goma de la mochila, conseguimos hacer una especie de sujeción para la lente con la que conseguimos grabar algo. Con las prisas se me olvidó enchufar los conectores de audio, y la sujeción impedía roscar completamente la tapa de la cámara, así que el resultado es el que veis al final. Un enfoque pésimo, un aro negro que no debería estar, y un vídeo sin audio. A vosotros seguro que os parece bastante malo e inútil, pero a nosotros nos sirvió para hacer pequeños comentarios por la noche que a mí personalmente me ayudaron en dos o tres trazadas clave. Además, parece que cada vez que se que me graban consigo sacar lo mejor de mí, haciendo de la última la mejor bajada de entrenamiento.
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